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Declaración de Fe

Una forma de presentar de manera clara y resumida aquellas cosas que son creídas entre nosotros es a través de La Confesión de Fe Bautista de 1689, también llamada la Segunda Confesión de Fe Bautista de Londres. Ademas como Iglesia afirmamos creer en las 5 solas de la Reforma y las Doctrinas de la Gracia.

La Confesión Bautista Fe de 1689 ha pasado la prueba del tiempo y ha llegado a ser una de las afirmaciones más importantes de la fe evangélica en la historia de la iglesia. Es utilizada en la actualidad por miles de congregaciones alrededor del mundo.

En este sección presentaremos un breve resumen de nuestra creencias doctrinales.

Aceptamos el mismo no como una regla autoritativa, o como un código de fe, sino como una ayuda al entendimiento y claridad de nuestra doctrina y enseñanza sostenidas en la Palabra de Dios.

NOTA: Parte de esta declaración de fe ha sido tomada del Estudio Panorámico de Teología de la Biblia de Estudio MacArthur.

Hemos resumido fragmentos de dicha declaración, del mismo modo que hemos ampliado otros fragmentos para una mejor explicación y enriquecimiento.

1.1 Enseñamos que la Biblia es la revelación escrita de Dios al hombre, y de esta manera los sesenta y seis libros de la Biblia que nos han sido dados por el Espíritu Santo constituyen la Palabra de Dios completa (inspirada en todas sus partes por igual) (1 Corintios 2:7-14; 2 Pedro 1:20-21).

1.2 Enseñamos que la Palabra de Dios es una revelación objetiva, proposicional (1Tes. 2:13; 1 Corintios 2:13), verbalmente inspirada en cada palabra (2 Timoteo 3:16), absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, y exhalada por Dios.

1.3 Enseñamos que Dios habló en Su Palabra escrita mediante un proceso dual de autores. El Espíritu Santo guió de tal manera a los autores humanos que, a través de sus personalidades individuales y diferentes estilos de escritura, compusieron y escribieron la Palabra de Dios para el hombre (2 Pedro 1:20-21) sin error (Mateo 5:18; 2 Timoteo 3:16).

1.4 Enseñamos que la Biblia constituye el único estándar infalible de fe y práctica (Mateo 5:18; 24:35; Juan 10:35; 16:12-13; 17:17; 1 Corintios 2:13; 2 Timoteo 3:15-17; Hebreos 4:12; 2 Pedro 1:20-21).

1.5 Enseñamos que, mientras que puede haber varias aplicaciones de algún pasaje en particular de la Escritura, no hay más que una interpretación verdadera. El significado de la Escritura debe ser encontrado al aplicar de manera diligente el método de interpretación literal gramatical-histórico bajo la iluminación del Espíritu Santo (Juan 7:17; 16:12-15; 1 Corintios 2:7-15; 1 Juan 2:20). La responsabilidad de los creyentes consiste en estudiar para llegar a la verdadera intención y significado de la Escritura, reconociendo que la aplicación apropiada es obligatoria para todas las generaciones. Sin embargo la verdad de la Escritura está en una posición en la que juzga a los hombres; quienes nunca están en una posición de juzgarla.

1.6 Enseñamos que la Ley de Dios revelada en su Palabra la cual es santa, justa y buena (Rom. 7:12) Dios la ha provisto para revelar su carácter y voluntad moral a su Pueblo. No fue provista para dar salvación ni proveer justicia al hombre (Gálatas 2:16). El propósito de la ley es revelar el pecado del hombre (Romanos 3:20) y guiarlo bajo convicción a Cristo. Por medio de la obra de nuestro Señor Jesucristo, su gracia nos habilita a obedecer su ley moral no para salvación, sino como una vida de rendición a Cristo. Los creyentes bajo el nuevo Pacto no están obligados a guardar aquellos aspecto ceremoniales y rituales que correspondía a la ley del A.T, y que pretendían ser temporales hasta que llegará Cristo la plenitud y cumplimiento de todas estas cosas. (Col. 2:16-19;)
2.1 Enseñamos que no hay más que un Dios vivo y verdadero (Deut. 6:4; Isaías 45:5-7; 1 Corintios 8:4), un Espíritu infinito, que todo lo sabe (Juan 4:24), perfecto en todos sus atributos, uno en esencia, existiendo eternamente en tres Personas—Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14) mereciendo adoración y obediencia cada uno por igual. (Romanos 3:31)
3.1 Enseñamos que Dios el Padre, la primera persona de la Trinidad, ordena y dispone todas las cosas de acuerdo a Su propósito y gracia (Salmos 145:8-9; 1 Corintios 8:6). Él es el Creador de todas las cosas (Génesis 1:1-31; Efesios 3:9). Como el único Gobernante absoluto y omnipotente en el universo, Él es soberano en la creación, providencia, y redención (Salmo 103:19; Romanos 11:36). Su paternidad involucra tanto su designación dentro de la Trinidad como su relación con la humanidad.

3.2 Como el Creador Él es Padre de todos los hombres (Efesios 4:6), pero Él únicamente es el Padre espiritual de los creyentes (Romanos 8:14; 2 Corintios 6:18). El ha decretado para Su propia gloria todas las cosas que suceden (Efesios 1:11). El continuamente sostiene, dirige, y gobierna a todas las criaturas y a todos los acontecimientos (1 Crónicas 29:11).

3.3 En su soberanía Él no es ni el autor, ni Él que aprueba el pecado (Habacuc 1:13; Juan 8:38-47), ni tampoco anula la responsabilidad de criaturas morales e inteligentes (1Ped 1:17). En su gracia Él ha escogido desde la eternidad pasada a aquellos a quienes Él ha determinado que sean suyos (Efesios 1:4-6); Él salva del pecado a todos los que vienen a Él por medio de Jesucristo; Él adopta como suyos a todos aquellos que vienen a Él; y Él se convierte, al adoptarlos, en Padre de los suyos (Juan 1:12; Romanos 8:15; Gálatas 4:5; Hebreos 12:5-9).
4.1 Enseñamos que Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, posee todos los atributos divinos, y en estos Él es igual a Dios, cosubstancial, y coeterno con el Padre (Juan 10:30; 14:9).

4.2 Dios el Padre creó de acuerdo a su propia voluntad, a través de Su Hijo, Jesucristo, por medio de quien todas las cosas continúan existiendo y operando (Juan 1:3; Colosenses 1:15-17; Hebreos 1:2).

4.3 Nuestro Señor Jesucristo nació de una virgen (Isaías 7:14; Mateo 1:23, 25; Lucas 1:26-35); que Él era Dios encarnado (Juan 1:1, 14); y que el propósito de la encarnación fue revelar a Dios, redimir a los hombres, y gobernar sobre el reino de Dios (Salmo 2:7-9; Isaías 9:6; Juan 1:29; Filipenses 2:9-11; Hebreos 7:25-26; 1 Pedro 1:18-19).

4.4 En la encarnación (Dios hecho hombre) Cristo rindió o hizo a un lado únicamente las prerrogativas de Deidad pero nada de la esencia divina, ni en grado ni en tipo. En su encarnación, la segunda Persona de la Trinidad, existiendo eternamente, aceptó todas las características esenciales del ser humano y de esta manera se volvió el Dios-Hombre (Filipenses 2:5-8; Colosenses 2:9). En la encarnación, la segunda persona de la Trinidad hizo a un lado su derecho a todas las prerrogativas de coexistencia con Dios y se atribuyó una existencia apropiada a un siervo mientras que nunca se despojó de sus atributos divinos (Filipenses 2:5-8).

4.5 Jesucristo representa a la humanidad y Deidad en una unidad indivisible (Miqueas 5:2; Juan 5:23; 14:9-10; Colosenses 2:9). Él llevó a cabo nuestra redención por medio del derramamiento de su sangre y de su muerte sacrificial en la cruz y que su muerte fue voluntaria, vicaria, sustitucionaria, propiciatoria, y redentora (Juan 10:15; Romanos 3:24-25; 5:8; 1 Pedro 2:24).

4.6 Debido a que la muerte de nuestro Señor Jesucristo fue eficaz, el pecador que cree es liberado del castigo, la paga, el poder, y un día de la presencia misma del pecado; y que Él es declarado justo, se le otorga vida eterna, y es adoptado en la familia de Dios (Romanos 3:25; 5:8-9; 2 Corintios 5:14-15; 1 Pedro 2:24; 3:18). Nuestra justificación es asegurada por su resurrección literal, física de los muertos y que Él ahora, después de haber ascendido, está a la diestra del Padre, en donde ahora Él es nuestro mediador como Abogado y Sumo Sacerdote (Mateo 28:6; Lucas 24:38-39; Hechos 2:30-31; Romanos 4:25; 8:34; Hebreos 7:25; 9:24 1 Juan 2:1).

4.7 A través de la resurrección de Jesucristo de la tumba, Dios confirmó la deidad de su Hijo y demostró que Dios ha aceptado la obra expiatoria de Cristo en la cruz. La resurrección corporal de Jesús también es la garantía de una vida de resurrección futura para todos los creyentes (Juan 5:26-29; 14:19; Romanos 1:4; 4:25; 6:5-10; 1 Corintios 15:20-23).

4.8 Como el Mediador entre Dios y el hombre (1 Timoteo 2:5), la Cabeza de su Cuerpo que es la iglesia (Efesios 1:22; 5:23; Colosenses 1:18), y el Rey universal venidero, quien reinará en el trono de David (Isaías 9:6; Lucas 1:31-33), Él es el Juez que tiene la última palabra de todos aquellos que no confían en Él como Señor y Salvador (Mateo 25:14-46; Hechos 17:30-31).

4.9 Jesucristo regresará para recibir a la iglesia, la cual es su cuerpo, en el rapto, y al regresar con su iglesia en gloria. (Hechos 1:9-11; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 20).

4.10 A través de Nuestro Señor Jesucristo Dios juzgará a toda la humanidad (Juan 5:22-3)

1. Creyentes (1 Corintios 3:10-15; 2 Corintios 5:10). 2. Habitantes de la tierra que estén vivos cuando Él regrese en gloria (Mateo 25:31-46). 3. Muertos incrédulos en el Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15).
5.1 Enseñamos que el Espíritu Santo es una Persona divina, eterna, no derivada, que pose todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1 Corintios 2:10-13), emociones (Efesios 4:30), voluntad (1 Corintios 12:11), eternalidad (Hebreos 9:14), omnipresencia (Salmo 139:7-10), omnisciencia (Isaías 40:13-14), omnipotencia (Romanos 15:13), y veracidad (Juan 16:13). En todos los atributos divinos y en sustancia Él es igual al Padre y al Hijo (Mateo 28:19; Hechos 5:3-4; 28:25-26; 1 Corintios 12:4-6; 2 Corintios 13:14; Jeremías 31:31-34; Hebreos 10:15-17).

5.2 El Espíritu Santo ejecuta la voluntad divina en relación a toda la humanidad. Reconocemos su actividad soberana en la creación (Génesis 1:2), la encarnación (Mateo 1:18), la revelación escrita (2 Pedro 1:20-21), y la obra de salvación (Juan 3:5-7).

5.3 La obra del Espíritu Santo en esta época comenzó en Pentecostés cuando Él descendió del Padre como fue prometido por Cristo (Juan 14:16-17; 15:26) para iniciar y completar la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es su iglesia (1 Corintios 12:13). El amplio espectro de su actividad divina incluye convencer al mundo de pecado, de justicia, y de juicio; glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Juan 16:7-9; Hechos 1:5; 2:4; Romanos 8:9; 2 Corintios 3:6; Efesios 1:13).

5.4 Enseñamos que el Espíritu Santo es el Maestro divino, quien guió a los apóstoles y profetas en toda la verdad conforme ellos se entregaban a escribir la revelación de Dios, la Biblia. Todo creyente posee la presencia del Espíritu Santo quien mora en Él, desde el momento de la salvación, y el deber de todos aquellos que han nacido del Espíritu, consiste en ser llenos del (controlados por) el Espíritu (Juan 16:13; Romanos 8:9; Efesios 5:18; 2 Pedro 1:19-21; 1 Juan 2:20,27).

5.5 El Espíritu Santo administra dones espirituales a la iglesia. El Espíritu Santo no se glorifica así mismo ni a sus dones por medio de muestras ostentosas, sino que glorifica a Cristo al implementar su obra de redención de los perdidos y edificación de los creyentes en la santísima fe (Juan 16:13-14; Hechos 1:8; 1 Corintios 12:4-11; 2 Corintios 3:18). Dios el Espíritu Santo es soberano en otorgar todos sus dones para el perfeccionamiento de los santos en el día de hoy y que hablar en lenguas y la operación de los milagros de señales en los primeros días de la iglesia, fueron con el propósito de apuntar hacia y certificar a los apóstoles como reveladores de verdad divina, y su propósito nunca fue el de ser característicos de las vidas de creyentes (1 Corintios 12:4-11; 13:8-10; 2 Corintios 12:12; Efesios 4:7-12; Hebreos 2:1-4).
6.1 Enseñamos que el hombre fue directa e inmediatamente creado por Dios a su imagen y semejanza. El hombre fue creado libre de pecado con una naturaleza racional, con inteligencia, voluntad, determinación personal, y responsabilidad moral para con Dios (Génesis 2:7, 15-25; Santiago 3:9).

6.2 La intención de Dios en la creación del hombre fue que el hombre le glorificara, disfrutara de la comunión con Él, viviera su vida en la voluntad de Dios, y de esta manera cumpliera el propósito de Dios para el hombre en el mundo (Isaías 43:7; Colosenses 1:16; Apocalipsis 4:11).

6.3 En el pecado de desobediencia de Adán a la voluntad revelada de Dios y a Su Palabra, el hombre perdió su inocencia, incurrió en la pena de muerte espiritual y física; se volvió sujeto a la ira de Dios; y se volvió inherentemente corrupto y totalmente incapaz de escoger o hacer aquello que es aceptable a Dios fuera de la gracia divina. Sin poder alguno para tener la capacidad en sí mismo de restauración, el hombre está perdido sin esperanza alguna. Por lo tanto, la salvación es en su totalidad la obra de la gracia de Dios por medio de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo (Génesis 2:16-17; 3:1-19; Juan 3:36; Romanos 3:23; 6:23; 1Corintios 2:14; Efesios 2:1-3; 1 Timoteo 2:13-14; 1 Juan 1:8).

6.4 Debido a que todos los hombres de todas las épocas de la historia estaban en Adán, se les ha transmitido una naturaleza corrompida por el pecado de Adán, siendo Jesucristo la única excepción. Por lo tanto todos los hombres son pecadores por naturaleza, por decisión personal, y por declaración divina (Salmos 14:1-3; Jeremías 17:9; Romanos 3:9-18, 23; 5:10-12).
7.1 Enseñamos y creemos que el Evangelio es el mensaje de las buenas noticas de Dios para el mundo perdido. Predicado y enseñado por nuestro Señor Jesucristo (Mateo 1:1-15). Dado a los Apóstoles para proclamar las buenas nuevas al mundo para salvación (Mateo 1:1-15; 1Corintios 15:3-5). El evangelio es el único mensaje por medio del cual Dios salva a pecadores, por esto el evangelio es llamado Poder de Dios para salvación (Rom 1:16-17).

7.2 El libro de Hechos nos muestra claramente que los apóstoles y los creyentes se centraron en la predicación del evangelio (Hechos 15:7, 36; 20:24; 14:21; 8:4,12,25,35,40; 11:20). Los creyentes deben guardar y proteger la pureza del evangelio y continuar propagándolo por medio de la iglesia al mundo perdido que necesita esperanza en Jesús. Este mensaje es único, singular, que da esperanza y vida a todo el que lo cree.

7.3 Una maldición es proclamada a aquellos que cambian o alteran el mensaje del evangelio (Gálatas 1:6-9). La iglesia debe permanecer y sostenerse en las benditas verdades de este mensaje, enseñándolo, viviéndolo y transmitiéndolo de generación a generación.

8.1 Enseñamos que la salvación es totalmente de Dios por gracia basada en la redención de Jesucristo, el mérito de Su sangre derramada, y que no está basada en méritos humanos u obras (Juan 1:12; Efesios 1:7; 2:8-10; 1 Pedro 1:18-19).<br><br>

8.2 La regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo mediante la cual la naturaleza divina y la vida divina son dadas (Juan 3:3-7; Tito 3:5). Es instantánea y es llevada a cabo únicamente por el poder del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios (Juan 5:24), cuando el pecador en arrepentimiento, al ser capacitado por el Espíritu Santo, responde en fe a la provisión divina de la salvación.<br><br>

8.3 La regeneración genuina es manifestada en frutos dignos de arrepentimiento que se demuestran en actitudes y conducta justas (1 Corintios 6:19-20; Efesios 2:10), y en el sometimiento al control del Espíritu Santo en su vida a través de la obediencia fiel a la Palabra de Dios (Efesios 5:17-21; Filipenses 2:12b; Colosenses 3:16; 2 Pedro 1:4-10). A través de esta obediencia el creyente es más conformado a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18). Esta conformidad será completada en la glorificación cuando Cristo regrese por su pueblo. (Romanos 8:17; 2 Pedro 1:4; 1 Juan 3:2-3).<br><br>

8.4 La justificación delante de Dios es un acto de Dios (Romanos 8:33) por medio del cual Él declara justos a aquellos a quienes, a través de la fe en Cristo, se arrepienten de sus pecados (Lucas 13:3; Hechos 2:38; 3:19; 11:18; Romanos 2:4; 2 Corintios 7:10; Isaías 55:6-7) y lo confiesan como Señor soberano (Romanos 10:9-10; 1 Corintios 12:3; 2 Corintios 4:5; Filipenses 2:11). Esta justicia es independiente de cualquier virtud u obra del hombre (Romanos 3:20; 4:6) e involucra la imputación de nuestros pecados a Cristo (Colosenses 2:14; 1 Pedro 2:24) y la imputación de la justicia de Cristo a nosotros (1 Corintios 1:30; 2 Corintios 5:21). Por medio de esto Dios puede ser “el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:26).

9.1 Enseñamos que todo creyente es santificado (apartado) para Dios por la justificación y por lo tanto declarado santo y por lo tanto identificado como un santo. Esta santificación es posicional e instantánea y no debe ser confundida con la santificación progresiva. Esta santificación tiene que ver con la posición del creyente, no con su vida práctica actual o condición (Hechos 20:32; 1 Corintios 1:2, 30; 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 2:11; 3:1; 10:10, 14; 13:12; 1 Pedro 1:2).

9.2 Enseñamos que por la obra del Espíritu Santo también hay una santificación progresiva mediante la cual el estado del creyente es traído a un punto más cercano a la posición que disfruta por medio de la justificación. A través de la obediencia a la Palabra de Dios y la capacidad dada por el Espíritu Santo, el creyente es capaz de vivir una vida de mayor santidad en conformidad a la voluntad de Dios, volviéndose más y más como nuestro Señor Jesucristo (Juan 17:17, 19; Romanos 6:1-22; 2 Corintios 3:18; 1 Tesalonicenses 4:3- 4; 5:23)

9.3 Con respecto a esto, enseñamos que toda persona salva está involucrada en un conflicto diario — la nueva naturaleza en Cristo batallando en contra de la carne, — pero hay provisión adecuada para la victoria por medio del poder del Espíritu Santo quien mora en el creyente. No obstante la batalla permanece en el creyente a lo largo de esta vida terrenal y nunca es terminada en su totalidad.

9.4 Toda afirmación de que un creyente puede erradicar el pecado en su vida en esta vida, no es Bíblica. La erradicación del pecado no es posible, pero el Espíritu Santo provee lo necesario para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25; Efesios 4:22-24; Filipenses 3:12; Colosenses 3:9-10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan :5-9).

9.5 Enseñamos que a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento claramente se llama a la separación del pecado, y que las Escrituras claramente indican que en los últimos días la apostasía y la mundanalidad se incrementarán (2 Corintios 6:14-7:1; 2 Timoteo 3:1-5; 1 Timoteo 4:1-5).

9.6 Enseñamos que a partir de una profunda gratitud por la gracia inmerecida de Dios que se nos ha sido otorgada y debido a que nuestro Dios glorioso es tan digno de nuestra consagración total, todos los salvos deben de vivir de tal manera que demostremos nuestro amor reverente a Dios y de esta manera no traer deshonra a nuestro Señor y Salvador. También enseñamos que Dios nos manda a que nos separemos de toda apostasía religiosa y prácticas mundanas y pecaminosas (Romanos 12:1-2; 1 Corintios 5:9-13; 2 Corintios 6:14-7:1; 1 Juan 2:15-17; 2 Juan 9-11).

9.7 Enseñamos que los creyentes deben de estar separados para nuestro Señor Jesucristo (2 Tesalonicenses 1:11-12; Hebreos 12:1- 2) y afirmar que la vida Cristiana es una vida de justicia obediente que refleja la enseñanza de las Bienaventuranzas (Mateo 5:2-12) y una búsqueda continua de santidad (Romanos 12:1-2; 2Corintios 7:1; Hebreos 12:14; Tito 2:11-14; 1 Juan 3:1-10).
10.1 Enseñamos que todos los que confían en Jesucristo son inmediatamente colocados por el Espíritu Santo en un Cuerpo espiritual unido, la iglesia (1Corintios 12:12-13), la novia de Cristo (2Corintios 11:2; Efesios 5:23-32; Apocalipsis 19:7-8), de la cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22; 4:15; Colosenses 1:18).

10.2 La formación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo, comenzó en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1-21, 38-47) y será completada cuando Cristo venga por los suyos en el rapto (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:13-18).

10.3 La iglesia es un organismo espiritual único diseñado por Cristo, constituido por todos los creyentes que han nacido de nuevo en la época actual (Efesios 2:11-3:6).

10.4 Enseñamos que la autoridad suprema de la iglesia es Cristo (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22; Colosenses 1:18) y que el liderazgo, dones, orden, disciplina, y adoración son determinados por medio de su soberanía como se encuentra en las Escrituras. Las personas bíblicamente designadas sirviendo bajo Cristo y sobre la asamblea son los ancianos (también llamados obispos, pastores, y pastores-maestros; (Hechos 20:28; Efesios 4:11) y diáconos. Tanto ancianos como diáconos deben de cumplir con los requisitos bíblicos (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-5).

10.5 Enseñamos que estos líderes guían o gobiernan como siervos de Cristo (1 Timoteo 5:17-22) y tienen su autoridad al dirigir la iglesia. La congregación debe someterse a su liderazgo (Hebreos 13:7, 17). Este modelo de liderazgo establecido por Dios esta libre de cualquier influencia cultural, política o social.

10.6 Enseñamos la importancia del discipulado (Mateo 28:19-20; 2 Timoteo 2:2), responsabilidad mutua de todos los creyentes los unos a los otros (Mateo 18:5-14), como también la necesidad de disciplina de miembros de la congregación que están en pecado de acuerdo con los estándares de la Escritura (Mateo 18:15-22; Hechos 5:-11; 1 Corintios 5:1-13; 2 Tesalonicenses 3:6-15; 1 Timoteo 1:19-20; Tito 1:10-16).

10.7 Enseñamos la autonomía de la iglesia local la cual es libre de cualquier autoridad externa o control, con el derecho de gobernarse a sí misma y con libertad de interferencias de cualquier jerarquía de individuos u organizaciones (Tito 1:5). Enseñamos que es escritural que las iglesias verdaderas cooperen entre ellas para la presentación y propagación de la fe. No obstante, cada iglesia local, a través de sus ancianos y su interpretación y aplicación de la Escritura, debe ser el único juez de la medida y método de su cooperación. Los ancianos deben determinar todos los demás asuntos de membresía, políticas, disciplina, benevolencia, como también gobierno (Hechos 15:19-31; 20-28; 1Cor 5:4-7; 13:1; 1 Pedro 5:1-4).

10.8 Enseñamos que el propósito de la iglesia es glorificar a Dios (Efesios 3:21) al edificarse a sí misma en la fe (Efesios 4:13-16), al ser instruida en la Palabra (2Timoteo 2:2, 15; 3:16-17), al tener comunión (Hechos 2:47; 1 Juan 1:3), al guardar las ordenanzas (Lucas 22:19; Hechos 2:38-42) y al extender y comunicar el evangelio al mundo entero (Mateo 28:19; Hechos 1:8; 2:42).

10.9 Enseñamos el llamado de todos los santos a la obra del servicio (1Cor. 15:58; Efesios 4:12; Apocalipsis 22:12).

10.10 Enseñamos la necesidad de que la iglesia coopere con Dios conforme Él lleva a cabo sus propósitos en el mundo. Para ese fin, Él da a la iglesia dones espirituales. En primer lugar, Él da hombres escogidos con el propósito de equipar a los santos para la obra del ministerio (Efesios 4:7-12), y Él también da (dones) capacidades únicas y especiales a cada miembro del Cuerpo de Cristo (Rom. 12:5-8; 1 Cor. 12:4-31; 1Ped. 4:10-11).

10.11 Enseñamos que la iglesia debe reunirse regularmente cada primer día de semana como lo hacia la iglesia primitiva (Hechos 20:7; 1Cor 16:2) con el objetivo de adorar como iglesia en el día del Señor. Se debe promover la importancia de congregarse (Hebreo 10:25) y evitar que las reuniones de cada domingo se vuelvan un acto vacío y meramente religioso (1Corintios 11).

10.12 Enseñamos que la adoración y alabanza debe ser bíblica y Cristo céntrica. Cada canto debe estar centrado en exaltar y honrar a Cristo y su obra de manera ordenada y reverente. (1Corintios 14:15; Efesios 5:19).
11.1 Enseñamos que a la iglesia local se le han dado dos ordenanzas: bautismo y la Cena del Señor (Hechos 2:38-42). El bautismo Cristiano por inmersión debe ser hecho en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mat. 18:19; Hechos 8:36-39) por una autoridad bíblica y eclesiástica, el cual es el testimonio solemne y hermoso de un creyente mostrando su fe en el Salvador crucificado, sepultado, y resucitado, y su unión con Él en su muerte al pecado y resurrección a una nueva vida (Romanos 6:1-11). También es una señal de comunión e identificación con el cuerpo visible de Cristo (Hechos 2:41-42).

11.2 Enseñamos que la Cena del Señor es la conmemoración y proclamación de su muerte hasta que Él venga, y siempre debe ser precedida por una solemne evaluación personal (1 Corintios 11:28-32). También enseñamos que mientras que los elementos de la Comunión únicamente representan la carne y la sangre de Cristo, la Cena del Señor es de hecho una comunión con el Cristo resucitado quien está presente de una manera única, teniendo comunión con su pueblo (1 Corintios 10:16).
12.1 Enseñamos que Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo (Hch. 17:31), a quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre (Jn. 5:22, 27). En aquel día, no sólo los ángeles apostatas serán juzgados (1 Co. 6:3), sino que también todas las personas que han vivido sobre la tierra comparecerán delante del tribunal de Cristo para dar cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir conforme a lo que hayan hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o malo. (Mt. 16:27,31,46; Hch. 17:30- 31, Rom. 2:6-16; 2 Ts. 1:5-10; 2 P. 3:1-13; Ap. 20:11-15 4. 2 Co. 5:10; 1 Co. 4:5; Mt. 12:36)

12.2 El propósito de Dios al establecer este día es la manifestación de la gloria de su misericordia en la salvación eterna de los elegidos, y la de su justicia en la condenación eterna de los réprobos, que son malvados y desobedientes; pues entonces entrarán los justos a la vida eterna y recibirán la plenitud de gozo y gloria con recompensas eternas en la presencia del Señor; pero los malvados, que no conocen a Dios ni obedecen al evangelio de Jesucristo, serán arrojados al tormento eterno y castigados con eterna perdición, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (Ro. 9:22,23 2. Mt 18:8; 25:41,46; 2 Ts. 1:9; He. 6:2; Jud. 6; Ap. 14:10,11; Lc. 3:17; Mr. 9:43,48; Mt. 3:12; 5:26; 13:41,42; 24:51; 25:30)

12.3 Así como Cristo quiere que estemos ciertamente persuadidos de que habrá un día de juicio, tanto para disuadir a todos los hombres de pecar, como para el mayor consuelo de los piadosos en su adversidad; así también quiere que ese día sea desconocido para los hombres, para que se desprendan de toda seguridad carnal y estén siempre velando porque no saben a qué hora vendrá el Señor; y estén siempre preparados para decir: Ven, Señor Jesús; ven pronto. Amén. (2Co. 5:10,11; 2Ts. 1:5-7 3. Mr. 13:35-37; Lc. 12:35-40; Ap. 22:20)
13.1 Enseñamos que después de la conclusión del milenio, la libertad temporal de Satanás, y el juicio de los incrédulos (2 Tesalonicenses 1:9; Apocalipsis 20:7-15), los salvos entrarán al estado eterno de gloria con Dios, después del cual los elementos de esta tierra se disolverán (2 Pedro 3:10) y serán reemplazados con una tierra nueva en donde sólo mora la justicia (Efesios 5:5; Apocalipsis 20:15; 21-22). Después de esto, la ciudad celestial descenderá del cielo (Apocalipsis 21:2) y será el lugar en el que moren los santos, en donde disfrutarán de la comunión con Dios y de la comunión mutua para siempre (Juan 17:3; Apocalipsis 21-22).

Nuestro Señor Jesucristo, habiendo cumplido su misión redentora, entonces entregará el reino a Dios el Padre (1Cor. 15:24-28) para que en todas las esferas el Dios trino reine para siempre (1Cor. 15:28).
15.1 El matrimonio ha de ser entre un hombre y una mujer; no es licito para ningún hombre tener más de una esposa, ni para ninguna mujer tener más de un marido. (Gn. 2:24 con Mt 19:5,6; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:6)

15.2 El matrimonio fue instituido para la mutua ayuda de esposo y esposa; para multiplicar el género humano por medio de una descendencia legítima y para evitar la impureza. (Gn. 2:18; Pr. 2:17; Mal. 2:14 Gn. 1:28; Sal. 127:3-5; 128:3,4 3. 1 Co. 7:2,9).

15.3 Los cristianos deben casarse en el Señor. Y, por tanto, los que profesan la verdadera fe no deben casarse con incrédulos o idólatras; ni deben los que son piadosos unirse en yugo desigual, casándose con los que sean malvados en sus vidas o que sostengan herejías condenables. (1 Co. 7:39; 2 Co. 6:14; He. 13:4; 1 Ti. 4:3; 1 Co. 7:39; 2 Co. 6:14) La iglesia no debe celebrar matrimonios de aquellos que profesando ser cristianos quieren unirse con los incrédulos en matrimonio. Del mismo modo la igleisa solo celebrará matrimonios entre sus miembros creyentes.

15.4 El matrimonio no debe contraerse dentro de los grados de consanguinidad o afinidad prohibidos en la Palabra, ni pueden tales matrimonios incestuosos legalizarse jamás por ninguna ley humana, ni por el consentimiento de las partes, de tal manera que esas personas puedan vivir juntas como marido y mujer. (Lv. 18:6- 18: Am 2:7; Mr. 6:18; 1 Co. 5:1)
14.1 Dios, el supremo Señor y Rey de todo el mundo, ha instituido a los magistrados civiles para estar sujetos a él, gobernando al pueblo para la gloria de Dios y el bien público; y con este fin les ha armado con el poder de la espada, para la defensa y aliento de los que hacen lo bueno, y para el castigo de los malhechores. (1Ro. 13:14; 1 P. 2:13,14)

14.2 Es lícito para los cristianos aceptar y desempeñar el cargo de magistrado cuando sean llamados para ello; en el desempeño de su cargo deben mantener especialmente la justicia y la paz, según las leyes sanas de cada reino y estado; así con este fin, bajo el Nuevo Testamento, pueden legalmente ahora hacer la guerra en ocasiones justas y necesarias. (2S. 23:3; Sal. 82:3,4; Lc 3:14)

14.3 Como los gobernantes civiles son puestos por Dios con los propósitos ya mencionados, los cristianos están sujetos a ellos en los requisitos legales, y esto por causa del Señor y de la conciencia y no meramente para evitar castigo. Debemos ofrecer suplicaciones y oraciones a favor de los reyes y de los que están en autoridad, para que bajo su gobierno podamos vivir quieta y reposadamente en santidad y honestidad. (Ro. 13:57; 3. 1 P.2:17 5 1 Ti. 2:1,2)